Nuestros principios de fe

Es muy importante, al momento de formar parte de una Iglesia, tener la claridad de los principios y fundamentos de su fe.
A continuación te mostramos algunos puntos importantes a tener en cuenta.

DIOS UNO Y TRINO

Hay un solo Dios vivo y verdadero, eterno y de infinito poder y bondad; creador y conservador de todas las cosas visibles e invisibles. Afirmamos que en la unidad de la Deidad hay tres personas, de una misma substancia poder y eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Las tres personas son claramente distinguibles por sus operaciones, y al mismo tiempo inconfundibles e indivisibles en la unidad del Ser. Por lo tanto, hay un solo Dios.

CRISTO, EL VERBO

El Hijo, que es el Verbo o Palabra del Padre, verdadero y eterno Dios, de una misma substancia con el Padre, tomó la naturaleza humana mediante el nacimiento virginal; de manera que dos naturalezas enteras y perfectas, se unieron en una sola persona para jamás ser separadas, de lo que resultó un solo Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que realmente padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, para reconciliar a su Padre con nosotros, y para ser un sacrificio; no solamente por la culpa original, sino también por los pecados actuales de todos.

¡RESUCITÓ!

Cristo verdaderamente resucitó de entre los muertos, él volvió a tomar su cuerpo, ahora glorificado, con todo lo perteneciente a la integridad de la naturaleza humana.
Subió al cielo; y allí está sentado a la diestra del Padre intercediendo por nosotros hasta que vuelva para juzgar a todos los hombres en el postrer día.

ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es de una misma substancia, majestad y gloria.
En nombre de Cristo, actúa con poder regenerador, creando una vida nueva en quienes creemos en Dios, y acompañándonos con el mismo gozo y virtud. El bautismo del Espíritu Santo recae sobre nosotros como una gracia de Dios disponible para todos quienes hayan sido limpiados y santificados en la sangre de nuestro Señor Jesucristo, y además, nos da fuerza para testificar el nombre de Cristo y cumplir la Gran Comisión.

ESCRITURAS

Solamente reconocemos sesenta y seis libros inspirados, los que son Palabra de Dios. Estas Sagradas Escrituras contienen todas las cosas necesarias para la salvación; por este motivo no debe exigirse a nadie que reciba como articulo de fe, o considere como requisito para la salvación, nada que en ellas no se lea ni pueda por ellas probarse. Bajo el nombre de Sagradas Escrituras comprendemos aquellos libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, de cuya autoridad nunca hubo duda alguna.

LIBRE ALBEDRÍO

La condición del hombre después de la caída de Adán es tal que no puede volverse a Dios por su fuerza natural y propias obras; el hombre salvado puede actuar solo si por medio de la gracia de Dios y el Espíritu Santo es movido y llamado a hacer.
Aún cuando recibimos aquella inspiración por parte de Dios para actuar, y el Espíritu Santo que mora en nosotros, nos guía; Dios nos permite tomar la opción de atender esa dirección o actuar como queramos. Sin embargo, como ya hemos dicho, por nuestra propia fuerza, no podemos.

JUSTIFICADOS

Se nos tiene por justos delante de Dios sólo por los méritos de Jesucristo, por la fe, y no por nuestras propias obras o merecimientos. Por tanto, la doctrina de que somos justificados solamente por la fe es una afirmación insustituible.
Por la justificación el hombre que era pecador ahora es declarado justo por la gracia de Dios y la fe en Jesucristo. Nuestras culpas no nos son más contadas porque hemos sido redimidos, regenerados y santificados, obteniendo la reconciliación con nuestro Padre
celestial. Ahora conocemos que somos hijos de Dios y tenemos entrada en su gloria.

BUENAS OBRAS

Aunque las buenas obras, que son fruto de la fe y consiguientes a la justificación, no pueden librarnos de nuestros pecados, ni soportar la severidad de los juicios de Dios; son, sin embargo, agradables y aceptas a Dios en Cristo y nacen de una fe verdadera y viva, de manera que por ellas puede conocerse la fe viva tan evidentemente como se conocería el árbol por su fruto.

ARREPENTIMIENTO

Aún cuando hayamos recibido la presencia de Dios en nuestras vidas y conozcamos su amor y bondad, podemos incurrir en faltas, errores, pecados. Pero el amor de Dios es tan grande que puede perdonarnos si nos arrepentimos de corazón.
Después de haber recibido al Espíritu Santo, podemos apartarnos de la gracia concedida y caer en el pecado y, por la gracia de Dios, levantarnos de nuevo y enmendar nuestra vida. Por lo tanto, nada niega a los verdaderamente arrepentidos la posibilidad del perdón.

CONGREGARNOS

La Iglesia visible de Cristo es una congregación de fieles, una familia en la cual se predica la Palabra de Dios, y se administran debidamente los sacramentos, conforme a la institución de Cristo.
La Iglesia en su esencia es una porque una sola Iglesia dejó establecida nuestro Señor Jesucristo; es santa porque él lavó con su sangre y la santificó como su pueblo apartado del mundo; y es universal en tanto se extiende a todas partes, acogiendo en su seno a hombres y mujeres llamados a ser parte de su cuerpo sin distinción alguna.

UN GRAN FINAL

La Iglesia cree en la resurrección de los muertos, en el arrebatamiento y en la segunda venida de Cristo a la tierra en gloria y majestad.
La primera resurrección significa que los justos en Cristo, que un día murieron, volverán a la vida cuando sean levantados de sus sepulcros en el arrebatamiento de la Iglesia, uniéndose a los creyentes vivos en el cielo para ser todos transformados. Para esto Cristo resucitó, para que todos los redimidos también resucitemos y reinemos con él.

SACRAMENTOS

Los sacramentos instituidos por Cristo son no sólo señales o signos de la profesión de fe de los cristianos, sino más bien testimonios seguros de la gracia y buena voluntad de Dios para con nosotros, por los cuales obra Él en nosotros invisiblemente, y no solo aviva nuestra fe en Él, sino que también la fortalece y confirma.
Los sacramentos instituidos por Cristo, nuestro Señor, en el Evangelio, son dos, a saber: el Bautismo y la Santa Cena del Señor.

BAUTISMO

El Bautismo no es solamente signo de profesión y nota distintiva, sino también signo de la regeneración o renacimiento.
El bautismo de los párvulos y de adultos deben conservarse en la Iglesia.
La Iglesia afirma junto con el apóstol Pablo que el bautismo es símbolo de la identificación del cristiano con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Este bautismo la Iglesia lo practica por aspersión o rociamiento, tal como Israel fue bautizado en la nube.

SANTA CENA

La Santa Cena del Señor no es solamente signo del amor que deben tenerse entre sí los cristianos, sino más bien sacramento de nuestra redención por la muerte de Cristo; de modo que, para los que digna, debidamente y con fe reciben estos elementos el pan que partimos es una participación del cuerpo de Cristo, y asimismo la copa de bendición es una participación de la sangre de Cristo. Todos los cristianos deben recibir la Santa Cena del Señor.

MATRIMONIO

El matrimonio es honroso y Dios lo ha consagrado desde la primera pareja en el Edén. De esta primera pareja, un hombre y una mujer, tomamos el buen ejemplo de cómo creemos y aceptamos el orden y conducta del matrimonio querido por Dios. Cualquier otro modelo de matrimonio, que no esté constituido por un hombre y una mujer, respectivamente, no es verdaderamente matrimonio, conforme lo establecen las Santas Escrituras, única regla de fe y conducta a la que nos apegamos por conciencia y convicción

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